Seguro que en alguna ocasión has escuchado la frase “Soy mi peor enemigo”. Seguramente, esto sea lo que sienten las personas que no consiguen domar sus pensamientos y que estos les generan mucha angustia.
Si este es tu caso, hoy quiero contarte cómo dejar de “rayarse la cabeza”.
Empecemos por el principio: ¿Qué es rayarse?
Eso que comúnmente conocemos como rayarse la cabeza, en psicología se llama pensamiento rumiativo. El pensamiento rumiativo se caracteriza por una forma de pensar en círculos, donde le damos vueltas y vueltas a las cosas, sin llegar a ninguna conclusión nueva o práctica.
Cuando pensamos de esta manera, poco a poco nos vamos generando un cuadro de ansiedad y angustia que puede llegar a ser insostenible.
Dejar de preocuparse es imperativo
En la mayoría de casos, el pensamiento rumiativo se orienta hacia el futuro, en lo que popularmente se conoce también como preocupaciones.
La preocupación es una manía muy fea que tiene nuestra mente y que casi siempre, se encuentra automatizada. Es decir, nos preocupamos incluso sin ser conscientes de ello, lo hacemos por norma.
Las personas que tienden a ser más “preocuponas,” en realidad, lo que les sucede, es que suelen tener una baja tolerancia a la incertidumbre. Esa necesidad de tenerlo todo controlado les provoca imaginar catastróficas situaciones futuras, en un fútil intento por anticiparse al desastre.
Aunque te pueda parecer difícil de creer, para muchas personas preocuparse es algo positivo, aunque lo pasen mal. La razón, es que parece que si nos preocupamos por algo, como no lo perdemos de vista, lo tenemos controlado.
Nada más lejos de la realidad. Preocuparse sólo sirve para hacerse averías. Sin embargo, lo único útil que podemos hacer es ocuparnos (resolver), y si las circunstancias no nos lo permiten, saber esperar.
Cuando el pasado duele
Sin embargo, el acto de rayarse la cabeza en ocasiones no tiene que ver con el futuro, si no con el pasado. Esto es frecuente por ejemplo tras una ruptura de pareja no deseada, donde no podemos dejar de pensar en la persona que ha decidido marchar.
Cuando tenemos una herida abierta o nos sentimos culpables por algo, volvemos una y otra vez sobre el mismo tema, como si repasándolo pudiéramos encontrar una verdad diferente.
Uno de los síntomas más habituales en el estrés postraumático es justo este, volver una y otra vez sobre la experiencia vivida (esto no se hace adrede, claro).
No obstante, razones para rayarnos la cabeza hay miles: una decisión difícil, un bloqueo, étc.
Obsesiones vs. preocupaciones
Las preocupaciones son lo que en psicología llamamos distorsiones cognitivas, es decir, pensamientos que pueden parecer aparentemente lógicos, pero no son ciertos.
Por ejemplo, si me han echado una bronca en el curro podría pensar que me van a despedir. Sobre el papel, el argumento parece lógico, sin embargo, no hay ninguna evidencia de que esto vaya a ocurrir, tan sólo una conjetura.
Las obsesiones por contra, son pensamientos que aparecen en nuestra mente de forma repentina y brusca, generando mucho mal estar. También son conocidos como pensamientos intrusivos y son el síntoma principal del trastorno obsesivo compulsivo.
Estos son egodistónicos, es decir, no entendemos porque nos vienen y generan mucha angustia con simplemente su presencia.
¿Qué hacer para no rayarse la cabeza?
He decidido hacer este post por una cosa que ha ocurrido esta tarde en consulta con un paciente. Estaba trabajando con una chica adolescente con un trastorno de anorexia nerviosa.
Ella me estaba contando que podía comer, pero que le generaba mucha ansiedad tener que hacerlo. Yo notaba que, a pesar de que estaba comiendo porque no quería comprometer su salud física, ella seguía pensando y controlando mucho lo que ingería (calorías, cantidades, étc).
Entonces yo le explicaba que realmente, el problema no se iba a resolver comiendo, si no que iba a tener que ceder el control o como ella lo llama, rayarse la cabeza.
Entonces ella me dijo que no podía dejar de pensar. Tras insistir un poco en el porqué ella creía que no podía dejar de pensar, llegamos a la conclusión de que no quería dejar de hacerlo (soltar el control).
Aunque no lo creas, a veces las personas preferimos sufrir a costa de tener una irreal sensación de seguridad.
La única manera de no tener al enemigo en casa, en concreto en nuestra mente, consiste en saber gobernarle. Como le explicaba a ella, se trata de desarrollar un termómetro interno donde seamos conscientes que estamos activando el modo control y detenernos.
Es posible que nuestra mente vuela, pero sobre todo lo hace porque no la paramos.
¿Y después de pararla qué? Después distracción.
El problema es que intentamos arreglar las cosas a través de la cabeza, cuando el problema esta precisamente ahí. Soy de la opinión de que las personas abusamos de nuestra inteligencia y nuestra capacidad de análisis. Debemos aprender a saber detectar cuando dejar descansar la mente.
¿Dejar de pensar es fácil? Pues igual no, pero es necesario que primero nos mentalicemos de la necesidad de detenernos y no seguir contaminándonos.
¿Y si no puedo dejar de pensar antes de dormir?
Muchas personas tienen el horrible hábito de usar la cama y el momento de irse a dormir como una oportunidad para resolver su vida.
Yo a mis pacientes les digo que el momento de irse a la cama es el “descanso del guerrero”. En la cama no se tiene resolver, cambiar o analizar nada, es el momento de rendirse y descansar.
Es fundamental aprender a darnos el espacio para no resolver y administrar nuestras fuerzas. Esto requiere de paciencia y de la capacidad tolerar lo que no está bien.