En mi casa siempre se ha hablado de todo. No solo de los acontecimientos que suceden sino de cómo nos hacen sentir. Desde que era pequeña he aprendido que los nudos del estómago, al igual que ocurre con los nudos del pelo, se desenredan peinándolos. ¿Y Cómo se hace eso? A través del lenguaje emocional.
Desde que nacemos aprendemos que existen varias formas de comunicación: comunicación verbal (a través del lenguaje) y comunicación no verbal (mediante gestos, tono de voz,…).En cierto modo parece que restamos importancia al saber cómo transmitir emociones. Nos olvidamos de que “lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice” (Peter Drucker).
¿Qué es la comunicación emocional?
Cada uno de nosotros somos algo más allá de lo que mostramos de cara a la galería. No solo somos lo que se ve de nosotros. Somos algo más que nuestro trabajo, algo más que nuestras familias, algo más que nuestra relación de pareja. Somos nuestros pensamientos y al mismo tiempo nuestros sentimientos. Y así debemos de transmitirlo.
En el día a día estamos acostumbrados a ver relaciones rotas. No solo me refiero a relaciones de pareja. Cada vez nos cuesta más entender al otro, llegando a infravalorar lo importantes que son las emociones y sentimientos.
Infravaloramos de tal manera la comunicación emocional que parece ser totalmente irrelevante. Nos estamos deshumanizando tanto que parecemos robots.
Se puede establecer un símil con las relaciones y los muebles rotos. Igual que cuando una silla se rompe, se tira y se reemplaza por otra nueva. Lo mismo está ocurriendo con las relaciones personales.
El objetivo principal de la comunicación emocional es transmitir emociones, deseos y sentimientos. Mediante un beso, un gesto de cariño o un abrazo podemos sentir más a la otra persona. Se rompen las barreras y se refuerza la empatía. Un mero guiño durante una conversación remueve más que el discurso en sí mismo.
El lenguaje emocional
En todo momento estamos transmitiendo emociones. Hagamos lo que hagamos transmitimos un mensaje. Es imposible no comunicar. Entender el lenguaje emocional, es una capacidad fundamental para relacionarnos socialmente.
Incluso en muchas ocasiones cuando nos mantenemos en silencio ya estamos diciendo más que con algunas palabras. Solo hay que saber interpretarlos. Si no parémonos a observar a la gente de nuestro alrededor. La de cosas que podemos vislumbrar si dedicamos solo un instante no solo a ver, sino a mirar.
Comunicación emocional e inteligencia emocional
Nuestras emociones son las responsables de nuestras acciones. Nos ayudan a tomar decisiones y al mismo tiempo producen un sentimiento que a su vez provoca reacciones. Las emociones, ya sean positivas o negativas, deben ser liberadas.
¿Y qué pasa si no sabemos liberarlas? ¿Qué pasa cuando no sabemos cómo nos sentimos? ¿Es posible no saber darle nombre a nuestras emociones? Todo esto ocurre con frecuencia en niños y adolescentes. Y por qué no, también en algunos adultos.
Llegamos a cometer errores por no saber expresar lo que guardamos en nuestro interior. Actuamos de manera errónea debido a no saber cómo transmitir emociones.
Expresar las emociones
Nos enfadamos y gritamos expresando rabia e ira. Lloramos y nos victimizamos sintiéndonos tristes y culpables. Callamos lo que nos inquieta, lo interiorizamos y nos frustramos por ello creando hábitos nocivos para nuestra persona. Desarrollar un buen lenguaje emocional tiene que ver con ser capaces de expresar nuestras emociones y sentimientos de una manera adecuad.
Para aprender cómo transmitir emociones debemos identificar nuestras sensaciones y reconocer nuestros sentimientos: “¿Qué estoy sintiendo?”, “¿Por qué creo que me siento así?”, “¿En qué ocasiones me he sentido de esta manera?” Nuestro cuerpo nos envía mensajes y para poder interpretarlos debemos aprender a escucharlo.
Es importante poder contar con alguien que nos escuche y nos intente comprender. Debemos exteriorizar aquello que llevamos guardado para de este modo poder liberarnos de las frustraciones. Ayudarnos del cuerpo para expresar lo que sentimos.
Y como le digo siempre a mis pacientes cuando están atravesando un mal momento: “Podemos llorar hoy, pero no mañana”. Una buena manera de expresar nuestras emociones es el llanto. No hay que reprimirlo, sino exteriorizarlo. Soltar lastre, quitarnos las piedras de la mochila y seguir con más fuerza.
Los filtros emocionales
La inteligencia emocional va ligada a la gestión emocional. Daniel Goleman (psicólogo mundialmente reconocido) establece una especie de filtros emocionales que es necesario tener en cuenta para poder aprender cómo transmitir y expresar emociones.
Estos serían la autoconciencia, autorregulación, automotivación, empatía y habilidades sociales.
Si analizamos cualquier situación con la que nos encontramos podemos determinar el mal uso que se le da a estos filtros emocionales.
Ser emocionalmente inteligente nos beneficia a la hora de hacer frente a las demandas diarias. Sin olvidar el enorme impacto que tenemos los unos con los otros. No olvidemos que las emociones, para bien o para mal, se contagian. ¿Cuántas veces habéis sonreído al ver la cara risueña de un bebé? Solo es necesario una sonrisa, unas lágrimas o una expresión de enfado para expresar y contagiar una emoción.
De ahí radica la importancia de una adecuada comunicación emocional sin interferencias. El poder transmitir e influir a otros con nuestras emociones nos ayuda de manera personal, social y laboral. Centrarnos en “escuchar para entender, no solo para contestar”.