A todas las personas, sin distinción, nos preocupa nuestro aspecto físico. A todos además nos encanta cuando alguien ensalza alguna parte de nuestro cuerpo: “Qué pelo tan bonito”, “¡pero qué morena estás!” o “Madre mía, desde que has adelgazado te encuentro mucho más atractivo”. Nos alimentamos de estas afirmaciones, de estos “regalos a los oídos”. Esto provoca que intentemos mostrar siempre nuestra mejor cara ante los demás. Mejor cara, literal.
A esto habría que añadirle el tremendo papel que juegan las redes sociales en pleno siglo XXI. La colección de “likes” o corazoncitos parece que va ligada de manera proporcional a nuestra autoestima. Así lo sentimos. Y así lo demostramos.
No obstante en el otro lado de la balanza se encuentran esas partes de nuestro cuerpo que nos encantaría que pasasen desapercibidas. Nuestros mayores complejos. Podría ser más o menos normal quejarnos por ese grano tan inesperado, esas arrugas incipientes que indican el paso del tiempo o ese michelín que parece acentuarse en verano.
Pero… ¿sabes que hay personas cuyos pequeños defectos físicos les impiden hacer una vida normal e incluso aislarse en casa? Defectos físicos que les provocan una visión tremendamente distorsionada y equivocada de su imagen y su autoconcepto. Hablamos de la dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal.
¿Qué es el trastorno dismórfico corporal?
Como comentábamos más arriba, todos tenemos ciertas partes del cuerpo que no nos hacen sentir orgullosos. ¿Dientes algo separados? Pues sí. ¿La nariz algo grande? Puede. ¿O quizás los brazos demasiado flácidos? Sí, ¿y qué? ¿Dónde está el problema? – podría pensar alguien sin un trastorno del esquema corporal.
Sin embargo las personas que sufren trastorno dismórfico corporal no solo se obsesionan con sus complejos o imperfecciones (normalmente apenas perceptibles o carentes de importancia) sino que de manera exagerada pasan horas y horas alimentando su baja autoestima. Esto les provoca sentimientos de vergüenza, tristeza, desánimo, enfado, asco y ansiedad.
De nada sirve la opinión y el punto de vista de amigos y familiares que restan importancia a su percepción. La persona que lo sufre está totalmente convencida de su punto de vista y por ello realizan una búsqueda incesante de tratamientos y operaciones estéticas para paliar su problema.
Una variante de la dismorfia corporal es el trastorno dismórfico por poderes ocasionado cuando una persona está muy pendiente del aspecto físico de otro (normalmente de un familiar o amigo).
Dismorfofobia y dsm 5
Según el DSM-V, el trastorno dismórfico corporal se incluiría dentro de los trastornos somatomorfos (trastornos para los que no existe una lesión de tipo orgánico).
Entre los criterios diagnósticos de este trastorno destacan la preocupación desmedida por uno o más defectos apenas observables y la realización de comportamientos o actos repetitivos como respuesta a dicha preocupación. Se produce malestar clínicamente significativo en diferentes áreas de la vida de quien lo sufre. Tanto es así que este malestar puede derivar en aislamiento social, depresión e incluso pensamientos y/o conductas suicidas en los casos más graves.
Además se han observado similitudes que relacionan la dismorfia corporal con la anorexia nerviosa, por ejemplo en lo que a la distorsión de la propia imagen se refiere. Al mismo tiempo también se le confieren rasgos característicos del trastorno obsesivo compulsivo, trastornos afectivos y/o trastornos de tipo ansioso.
Causas de la dismorfia corporal
Llegados a este punto puedes preguntarte cuales son las causas de la dismorfia corporal y que llevar a una persona a obsesionarse de tal modo con su imagen y tener este trastorno del esquema corporal. A pesar de que diversas investigaciones han intentado llegar al quid de la cuestión se desconoce cuál es la causa exacta.
No obstante parece que factores como la genética, la presión social, determinados rasgos de la personalidad (timidez, perfeccionismo, baja autoestima,…), antecedentes familiares, experiencias de bullying o incluso diferencias cerebrales pueden actuar como desencadenantes de este problema.
Aunque puede producirse a lo largo de la vida (véase personas de mediana edad que se quejan y lamentan de su imagen reiteradamente), su inicio suele producirse en torno a la adolescencia. Es en esa revolución hormonal cuando el grupo de iguales, la imagen y el autoconcepto cobran especial protagonismo.
Mirarse en el espejo
Camuflarse o esconderse para no llamar la atención, comprobar constantemente su aspecto físico en el espejo, solicitar las opiniones de los demás, practicar ejercicio físico en exceso, cambiarse repetidas veces de ropa o incluso recurrir a operaciones de cirugía estética como el aumento de labios u otros.
Las principales preocupaciones se suelen relacionar con tamaño, forma y simetría de diferentes partes del cuerpo. Suelen ir asociados a partes de la cara (ojos, nariz, boca, dientes,…) aunque también pueden referirse a una o varias partes del cuerpo (abdomen, pecho, piernas,..) o incluso cambiar su localización.
Algunos hombres pueden sufrir una variable del trastorno conocida como vigorexia o dismorfia muscular. Se obsesionan con la idea de aumentar su peso y su musculatura. ¿Cómo lo consiguen? Con horas y horas de gimnasio, ingesta excesiva de proteínas en la dieta e incluso consumo de anabolizantes que pueden ser realmente peligrosos para la salud.
¿Cómo me ve la gente?
Ay Snapchat, ¡cuánto daño estás haciendo! ¿Para qué subir una foto al natural si podemos utilizar infinidad de filtros hasta conseguir que la gente vea la imagen “perfecta”? ¡Parece hasta una “locura” no hacerlo si con ello se consigue eliminar o minimizar al máximo las imperfecciones!
Vivimos rodeados de belleza: en los anuncios, en las películas, en nuestras redes sociales… ¿Te has fijado que la mayoría de la gente que sale por televisión es guapa, atractiva o como mínimo resultona? Eso, o por lo menos lo parece.
De hecho se ha dado a conocer algún que otro caso de dismorfia corporal en “la caja tonta”. ¡Acordémonos de Michael Jackson y sus constantes cambios físicos! O esos chicos que a veces se presentan como “el doble de Ken” o “la doble de Barbie” tras infinidad de retoques estéticos.
La obsesión desmedida por mostrar un perfil icónico y perfecto sumado a unas expectativas poco realistas puede desencadenar en un trastorno del esquema corporal.
Tratamiento para el trastorno dismórfico corporal
Una de las grandes complejidades de la dismorfia corporal se produce al intentar establecer su diagnóstico. Se trata de una enfermedad sufrida en soledad y silencio que además produce una gran resistencia a la hora de empezar un tratamiento.Por lo que muy pocas personas con un trastorno dismórfico coporal solicitan tratamiento.
En primer lugar hay que hacerse la siguiente pregunta: ¿Dónde está la línea que separa un complejo real de un defecto físico desproporcionado? Para ello es importante tener en cuenta la manera en la que afecta a la persona preguntándonos si los síntomas sufridos afectan de manera significativa a la hora de desempeñar tareas como ir al trabajo o hacer una vida normal.
Una vez reconocido el problema y siendo la persona plenamente consciente de que hay un problema que abordar se inicia el tratamiento. Es imprescindible contar con la ayuda de un psicólogo especializado que realice una psicoeducación, reestructuración cognitiva e instauración de patrones realistas y objetivos de conducta.
El entrenamiento en habilidades sociales junto con las técnicas expositivas, la terapia cognitiva conductual y la prevención de recaídas son la clave para tratar el trastorno del esquema corporal. En los casos más graves se recomienda combinar dichas terapias con el consumo de antidepresivos, por supuesto siempre bajo prescripción médica.
Estamos constantemente pendientes de los demás, nos comparamos con aquellos que nos rodean y anhelamos fervientemente lo que no tenemos. Olvidamos que lo más importante es nuestra propia esencia.
Referencias bibliográficas:
Behar, R., & Arancibia, M. (2015). Trastornos de la imagen corporal: Anorexia nerviosa versus anorexia inversa (trastorno dismórfico muscular). Revista mexicana de trastornos alimentarios, 6(2), 121-128.
Behar, R., Arancibia, M., Heitzer, C., & Meza, N. (2016). Trastorno dismórfico corporal: aspectos clínicos, dimensiones nosológicas y controversias con la anorexia nerviosa. Revista médica de Chile, 144(5), 626-633.
Salaberría, K., Borda Más, M., Amor Andrés, P. J., & Echeburúa Odriozola, E. (2000). Tratamiento del trastorno dismórfico corporal: una revisión crítica.