La comida está presente en prácticamente todos los escenarios de la vida. En casa, con la familia, en las reuniones de trabajo, cuando quedamos con los amigos. Probablemente sea difícil nombrar alguna situación en la que la comida no sea uno de los protagonistas.
Si queremos celebrar algo, comemos. Si nos sentimos tristes, comemos. Si estamos enfadados, comemos. Hasta si nos sentimos aburridos, ¿qué hacemos? ¡Comemos!
Una persona muy cercana siempre me dice: “Comer es un placer, pero comer con hambre…”
Y ahora puedes pensar: “yo siempre que como es porque tengo hambre, sino no comería”. Efectivamente, cada vez que tienes hambre comes. Pero, ¿cada vez que comes es porque tienes hambre? Probablemente no seas consciente de que en algunas ocasiones cada vez que ingieres un alimento, realmente el impulso no sea el hambre. O por lo menos no se trate de un hambre real, sino de un hambre emocional.
En este artículo voy a compartir contigo un sencillo test sobre hambre emocional que te va a servir para saber discriminar cuando es hambre y cuando no. Pero antes, déjame que te hable un poco sobre el comer emocional y su significado en psicología.
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¿Qué es el hambre emocional?
No te voy a descubrir nada nuevo si te digo que el comer emocional es un hábito de gran arraigo en muchas personas. Por unas cosas o por otras la comida siempre está presente. Imaginemos diferentes situaciones a ver en cuántas te sientes identificado:
- Hemos pasado una dura jornada de trabajo y estamos estresados, ¿qué mejor que reforzarnos con una cerveza fresquita y unos cuantos –muchos- pinchos de tortilla y croquetas?
- Acabamos de pelearnos con nuestra pareja y habrá que subir el ánimo de alguna manera. Nada que no arregle un plato de pasta a la carbonara con extra de queso y nata.
- Estamos tristes y nos encontramos solos. ¿Por qué no encargar unas pizzas y que las traigan a casa?
- O esos días en los que las mujeres tenemos la regla, estamos sensibles y todo el chocolate que quepa en casa nos parece insuficiente.
¿Es casualidad que en todos se elijan comidas calóricas, pobres en nutrientes y ricas en grasas saturadas? ¿Crees que en estos ejemplos se come debido al hambre? ¿O más bien hay otra necesidad encubierta que debemos satisfacer? ¿Te das cuenta que en todos los ejemplos hay un “me lo merezco” como homenaje o recompensa?
¿De qué tienes hambre?
En este artículo te voy a dar las principales claves para que puedas distinguir cuando comes por ansiedad y cuando, además de una serie de preguntas para saber si sufres hambre emocional.
No obstante, esto no deja de ser un artículo y este es un tema con bastante enjundia. Si quieres profundizar sobre el tema, aquí abajo te dejo un libro que me parece de obligada lectura para todas aquellas personas que tienen algún con la alimentación aun por resolver.
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Hambre emocional vs. Hambre real
Hasta aquí estaremos de acuerdo en que hambre real y hambre emocional no son sinónimos. Ambos conceptos difieren en los siguientes aspectos:
- Modo de aparición: Cuando tenemos hambre real somos conscientes de cómo aumenta de manera progresiva mientras que en el hambre emocional aparece de repente sin previo aviso y parece ser una necesidad que tiene que ser cubierta con inmediatez.
- Alimentos que se consumen: Cuando uno tiene hambre real se come “hasta las piedras” si es necesario. Por el contrario, con el comer emocional, el cuerpo por supuesto que no te va a pedir alimentos sanos y equilibrados sino más bien todo lo contrario, alimentos hipercalóricos.
- Causas: El hambre real es una auténtica necesidad para las personas. Sin comer y beber no podríamos vivir ni mantenernos en buen estado. Sin embargo, el hambre emocional se basa en una “necesidad de llenar un vacío interno”.
- Sensaciones tras la ingesta de alimentos: Lo bien que se queda uno cuando después de realizar ejercicio físico come y se siente satisfecho ya que su organismo era lo que necesitaba. No ocurre lo mismo con el comer emocional ya que las sensaciones que predominan son la culpa, vergüenza o incluso el arrepentimiento.
- Tiempo de saciarse: El hambre física nos deja saciados durante horas. No ocurre lo mismo con el hambre emocional. Al no tratarse de una necesidad fisiológica por mucho que comamos, la sensación de hambre volverá a aparecer en poco tiempo.
De este modo podríamos definir el hambre emocional como una sensación o impulso que nos lleva a comer sin que exista una necesidad fisiológica. Comer sin hambre de forma impulsiva y descontrolada, movido por el aburrimiento, el estrés, la tristeza, el enfado, la soledad o la ansiedad.
En su extremo, existe el trastorno por sobreingesta compulsiva, el cual es uno de los trastornos de la conducta alimentaria menos reconocido.
Si este es tu caso y vives en Madrid, te dejo el enlace donde te contamos nuestro método para bajar de peso.
¿A qué se debe la ansiedad por comer?
Si eres de los que buscan explicación a todo en los refranes puedes pensar: “Las penas con pan, son menos penas”. Y eso parece, pero… ¡Error!
Es cierto que comer por ansiedad produce calma. No obstante, se trata de una calma momentánea ya que el motivo o problema que nos hace visitar constantemente al frigorífico sigue ahí, no desaparece tras el atracón. Por el contrario, se multiplica ya que tras ello nos sentimos culpables y avergonzados lo cual forma un círculo vicioso del que a veces se hace difícil salir.
En ocasiones, este problema con la alimentación surge como efecto rebote al haber intentado llevar a cabo una dieta muy restrictiva. Estas obligan a tener mucho autocontrol, y esto paradójicamente, acaba generando una angustia y estrés que lleva a la persona en cuestión a comer de manera impulsiva.
Relación entre ansiedad y comida
El estómago es como nuestro segundo cerebro. A veces confunde la sensación de hambre con ansiedad o aburrimiento.
¿Sabías que la comida estimula los mismos centros del placer en el cerebro que algunas drogas? Eso explica que a veces la comida sirva como refugio ante nuestros problemas.
Tras comer el cerebro puede activar reacciones que resultan placenteras. Es así que segrega sustancias como la dopamina que actúa como poderosa recompensa. El simple hecho de pensar en comer nos provoca esa sensación.
¿Por qué parece que el cuerpo nos pide comer chocolate cuando nos encontramos tristes? Porque segrega feniletilamina, endorfinas y serotonina, que actúan como antidepresivos naturales.
El problema se agrava cuando asociamos el acto de comer a las emociones o sentimientos negativos. “¿Tengo ansiedad? Como chocolate; ¿Estoy aburrido? Me zampo un donut”. Ante un estímulo, tenemos una recompensa.
Lo ideal: buscar alternativas saludables como premios.
Test hambre emocional.
Podemos tomar conciencia de nuestra necesidad por comer realizándonos un sencillo test de hambre emocional. Podemos preguntarnos:
- ¿Tengo el estómago vacío?
- ¿Me comería cualquier cosa en estos momentos?
- ¿Hace mucho que he comido?
- ¿Necesito realmente comer?
- ¿Estoy aburrido y por eso creo que necesito comer?
- ¿Me ha pasado algo y no quiero pensar en ello?
- ¿Parece que pierdo el control cuando como cosas que me gustan?
- ¿No tengo fuerza de voluntad a la hora de no ir a buscar comida?
- ¿No me sacio fácilmente?
- ¿Pienso constantemente en la comida sobre todo si me ha ocurrido algo malo?
- ¿Después de comer cómo me siento?
Cómo superar el comer por ansiedad
Debemos ser conscientes de si la sensación de hambre se corresponde con un hambre real o un hambre movida por las emociones que sentimos. Para ello resulta clave identificar nuestras emociones y ser conscientes de nuestro estado de ánimo en cada momento.
Autoobservarnos antes, durante y después de la ingesta de comida para conocernos más. Determinar por qué queremos comer y si queremos hacerlo para anestesiar lo que sentimos.
Para evitar comer por ansiedad debemos comer sentados y tranquilos. No engullir los alimentos, sino pararse a masticar y degustar despacio bocado tras bocado.
Se recomienda llevar a cabo una planificación diaria de comidas para aumentar el control. Y por supuesto no consumir alimentos con alto contenido en azúcar sino cambiarlos por alimentos saciantes como frutas o verduras.
Además, te desaconsejo del todo tratar de llevar a cabo dietas muy exigentes o que limiten mucho tanto los tipos como la cantidad de alimento que se puede tomar.
El deporte puede ser un gran aliado para descargar emociones negativas y liberar endorfinas. Además, tras la práctica de ejercicio el cuerpo necesitará energía y comeremos de manera más saludable.
Ya Moliére (dramaturgo francés), allá por el siglo XVII refirió que “hay que comer para vivir y no vivir para comer”. Y tú, ¿en qué lado de la balanza te posicionas?
Referencias bibliográficas:
- Ortiz, J. N. Cortisol y hambre emocional.
- Minirth, F., Meier, P., Hemfelt, R., & Sneed, S. (2014). Hambre de amor. Grupo Nelson.