El maltrato psicológico o emocional es una bacteria que atenta contra un sistema bajo de defensas. Hemos de cambiar el “no eres tú, soy yo”, por el “no soy yo, eres tú”.
Maltratadores psicológicos y personalidad
El sistema inmune es el encargado de defendernos de virus, bacterias y otros agentes patógenos que nos puedan hacer enfermar. Estableciendo una analogía; el maltrato psicológico constituye un germen que atenta contra un sistema inmunitario débil.
Las personas que habitualmente se relacionan estableciendo un vínculo de poder y ejerciendo el maltrato psicológico, suelen escoger a sus dianas de formas bastante precisa. Por lo general; van a ser personas que les cuesta defenderse, que resulta fácil arrinconar y hacer dudar, y sobre todo, hacerles sentir responsables y culpables de los sucesos incluso que no dependen de ellxs.
H.Kesselman (1977), en su obra Psicopatología vincular, establece tres tipos básicos de núcleos de personalidad: el melancólico, el esquizoide y el confusional. El núcleo melancólico de personalidad es aquel que se caracteriza por colocar las atribuciones positivas fueras del yo, y las negativas de forma interna. El sistema de atribución de causas a sucesos lo llamamos locus de control, y puede ser externo o interno.
Dicho de otro modo, la personalidad melancólica va a tender a responsabilizarse de los sucesos negativos, mientras que de los positivos no se sentirá tan partícipe.
Si pensamos en la personalidad narcisista, la cual funciona justo al revés (lo bueno dentro y lo malo fuera), comprendemos que estas dos formas de ser puedan encajar formando un puzzle cuanto menos peliagudo. En el polo opuesto se encontraría el tándem: sumisión-dependencia emocional.
Cualquiera puede caer en la trampa
Las situaciones de maltrato psicológico o emocional suelen darse de forma sibilina y sutil. Los maltratadores psicológicos suelen presentarse como lo contrario a lo que son, se muestran como personas encantadoras y por lo general, muy entregados. Suelen poseer un estilo de inteligencia reptiliana, que no emocional, ya que la capacidad para la empatía suele ser reducida. Poco a poco serán capaces de hacer dudar a la otra persona de sus impresiones e ideas. Esta situación prolongada en el tiempo convierte a la persona víctima del maltrato, en insegura de su propia mente.
El maltrato psicológico no consiste únicamente en ejercer un daño directo sobre la otra persona, es una pauta reiterada de menosprecio más o menos explícito, falta de valoración, engaños, falta de atención y cuidado, y un larguísimo etcétera. La persona que lo sufre, comienza con más o menos fuerza tratar de defender su terreno y reafirmarse, siendo el otro con su arrojo y temperamento impasible quién le va desarmando
¿Porqué nos cuesta salir de una situación de maltrato?
El maltratador habitualmente funciona mediante refuerzo intermitente, o dicho de otra manera, : el famoso te doy una de cal y otra de arena. Oscila entre el amor y el romanticismo, y el despotismo y los celos. La víctima padece de una ansiedad creciente, intuyendo que su pareja le trata mal y le engaña, implementando conductas de control hacia él o ella, y haciendo actos desesperados de los que luego se arrepiente profundamente y pide perdón. Es entonces cuando escuchará él clásico “normal que me comporte así contigo”.
El caldo de la duda está servido, la persona ve signos claros de infidelidad, menosprecio, demandas no atendidas…pero siempre le quedará el poso de aquello que no hizo bien y la idea accesoria “yo también tengo lo mío. Cada vez lo habla con menos gente, porque todo el mundo le dice que tiene que dejarlo, pero no puede. El entorno se cansa de sentir que la cosa no cambia y se va distanciando. Se deja de hablar del tema y la gente cada vez pregunta y se interesa menos por él asunto y en general. El maltratador ya tiene lo que quiere: aislamiento.
Duda respecto al amor, y se pregunta de forma incesante porque le trata así sino se lo merece. Piensa a menudo, en lo mucho que le quiere y lo bien que le trata, y lo injusto que es recibir todo eso a cambio. Pero no se da cuenta que aquí lo que está en juego no es lo que merece, sino lo que el otro tiene para dar. La víctima trata de encontrar mil y unas excusas para disculpar su comportamiento y negar una realidad que le supone inaceptable.
El sistema de defensa se va anulando y la autoestima se esfuma. Se baja la guardia y acaba produciéndose una entrega total, hasta que la situación acaba destruyendo a la persona maltratada.
Pero en algún momento consigue darse cuenta, no soy yo, eres tú.